El 29 de septiembre de 2013 se celebró la 40ª edición del Maratón de Berlín (uno de los seis maratones del circuito de los World Marathon Majors y uno de los 24 con Gold Label de la IAAF, la Federación Internacional de Atletismo), en el que el keniata Wilson Kipsang Kiprotich batió el récord del mundo (2:03:23).
Para el club Suanzes, lo importante es que este prestigioso maratón lo corrió también nuestro atleta José Luis Palancar, que consiguió un magnífico crono de 3:12:55 y alcanzó en su categoría (Veteranos M45) el puesto 512, así como el 3026º de la general, entre los 36.544 corredores llegados a meta (27.549 hombres y 8.995 mujeres). Por lo que hemos visto en los tiempos de paso que aparecen en la clasificación oficial, José Luis corrió con una encomiable regularidad (pasó la media maratón en 1:32:56 y sólo perdió 7 minutos con respecto a este crono en la segunda mitad de la carrera).
Os dejo esta crónica del propio José Luis Palancar:
El Club de Atletismo Suanzes testigo directo del nuevo record del mundo de Maratón.
Aunque la aventura se inició desde los primeros minutos de abrirse las inscripciones para el 40º BMW Maratón de Berlín 2013, no fue hasta la víspera del 29 de Septiembre, cuando pusimos pie en Berlín, con la sana intención de plantarle cara a los grandes favoritos: W. Kipsang, G. Kipsang (no son hermanos), E. Kipchoge y otros que aunque su apellido no empiece por Kip… también son“morenos”. Ya nos habían dicho que P. Macau no iba a participar por una lesión de rodilla, lo que nos daba la oportunidad para estar al menos un puesto más adelante.
He de decir que la feria del corredor se parecía a cierto almacén de muebles sueco, que todos conocemos y en el que tienes que recorrer toda la tienda quieras o no, puesto que para recoger el dorsal y la bolsa del corredor, había que llegar hasta el final de la feria en el último de los hangares del antiguo aeropuerto Tempelhof de Berlín y esperar una cola de más de una hora para que te lo entregaran. ¿Y que había n la bolsa?: un paquete de macarrones, una dosis de jabón líquido, un sobre de polvos para preparar bebida isotónica, un gel de glucosa, una pulsera de goma amarilla y una esponja… ¡una esponja!¡una esponja!. No había camiseta, si querías una, para eso estaban los stand de las marcas, aunque eso sí, si quería podía dejarles una camiseta a los de BMW y te imprimían tu dorsal, aunque también tuvimos que esperar otra hora. Ni “pasta party”, ni cerveza “por la patilla”, si querías algo te lo vendían encantados. Así que cansados de esperar nos fuimos a cenar.
Con los nervios, antes de que sonase el despertador ya estábamos preparados para ir a la salida en la calle 17 de Junio (no sé lo que conmemora). Un desayuno con fundamento para aguantar la carrera y ¡listos! Cogimos el U bahn (que es el metro en alemán) directo hasta PostdamerPlatz y desde allí caminando siguiendo la corriente de corredores y acompañantes hasta la BrandenburgerTor (que es la puerta y no la torre de Brandenburgo, como uno podría fácilmente confundir). Allí estábamos dispuestos ya a desafiar a los atletas de élite, a los otros 46.000 corredores y a los 42.195 m (algunos más para los que salimos en los “vagones de cola”.
La temperatura debía estar en 10 ºC, el cielo despejado y una mínima brisa. Nos despojamos del chándal para lucir la camiseta de Suanzes, aunque enseguida, después de una foto, nos pusimos un plástico por encima para no quedarnos fríos. ¡Y hala!, al cajón de las 3:15 a 3:30 (pensaba hacer 3:20 y los cajones se respetan). Todos llevábamos una pulsera azul que nos pusieron en la feria del día previo para identificarnos y sólo te dejaban pasar con la bolsa el corredor, con esto realmente se “aseguraban” que sólo los corredores pasaban con su bolsa, y esta claro que ningún corredor va a implicarse en una masacre como la de Boston.
Con puntualidad germánica, las 8:45 h de la mañana del 29 de Septiembre de 2013 se daba la salida a la carrera. Apenas había visto a lo lejos a mis contrincantes, y ya a los pocos segundos, ni los veía, aun tardé casi 3 minutos en llegar a la línea de salida por lo que partía en clara desventaja. No me desanimé, puse mi “marcheta” a 4:30 m el kilómetro. Durante el recorrido, el avituallamiento consistía en agua, té o alguna bebida isotónica en vaso de plástico (probad a beber en vaso en carrera, barreños de agua en lo que tenías que meter la esponja para refrescarse (si no la llevabas, ¡se siente!) y alguna manguera de los camiones de bombero por si querías pasar por debajo. Ví pocos puestos sanitarios, pero sí cabinas para ir al servicio en caso de “obra mayor”. Iba a lo mío, animado por los más de 1 millón de personas que estaban en el recorrido, pasé el 10.000 en 44:14 m, la media en 1:32:56, un “pinchazo” en la rodilla derecha entre el kilómetro 35 y el 39 me retrasaron un poco (rodaba a 5 m el kilómetro) y finalmente volví a recuperar en los últimos kilómetros para alcanzar la meta en 3:12:55.
Creo que no fue suficiente para alcanzar a W. Kipsang que con 2:03:23 batió en 15 segundos el Record mundial de Maratón, pero acabé con buenas sensaciones y muy contento con mi carrera. La recuperación fue ligera: un par de vasos de agua y otros dos de bebida isotónica y nada más, porque no había nada más. Aun así mereció la pena la experiencia y más poder decir que he corrido con el recordman mundial el día en que se batió la plusmarca de maratón.
Mira que durante el verano con todo el entrenamiento me puse bastante “moreno”, pero no fue suficiente, otro año, me pinto de negro a ver si así voy más rápido.