Mucho son los motivos por los que se corre un maratón. Unas veces son deportivos, otros son retos personales, otros por promesas hechas o en homenaje a personas queridas.

Aquí os dejamos la crónica de Yolanda Rodrigo Garijo, en la que nos cuenta sus motivos del pasado MAPOMA.

Quizás ayer, 23 de Abril de 2017, haya corrido mi maratón más especial. Es mi segundo finalizado y el tercero en que me he puesto en la línea de meta. Un maratón marcado desde el principio por el motivo que lo corría. Un maratón preparado en poco tiempo pero con mucho corazón.

A las 7.30 andaba ya por el Retiro y me encontré con Juan. Después de dejar la mochila en el ropero y pasar por el wc me hizo llegar a Cibeles trotanto para calentar (que no le dije nada, pero ya iba a calentar yo en los 42 km que tenía por delante).

Cuando pasé por el arco de salida supe que pasara lo que pasara, yo tenía que llegar a meta. En el km 3 ya notaba el calor, sabía que iba a ser duro, me lo habían avisado, que no forzara, que fuera a ritmo lento porque el calor iba a notarse. Llegué a Pza Castilla y tuve que pasar por el wc… (no fue la única vez..  hasta 4 veces tuve que parar en carrera). Pero eso ahora no importa, ya pasó… me hizo tener peor marca pero da igual… mi objetivo era finalizar.  Impresionante el paso por Cuatro Caminos… la gente animaba a ambos lados dejando un pequeño pasillo para los corredores.  Emotivo el momento de separación de la media maratón y la maratón, un aplauso recibimos de ellos  y muchos gritos de suerte. A partir de ahí el ambiente cambiaba, era más silencioso, necesitamos reservar fuerzas, aún nos quedaban muchos kms por delante. Otro punto emblemático el paso por la puerta del sol. Me emocioné, no puedo negarlo. Los ánimos del público se mezclaban junto con el grupo que tocaba y el estrecho pasillo que los espectadores nos dejaban hacía que sintiésemos todo su apoyo. De ahí hasta el Palacio Real donde otro gran grupo de espectadores nos alentaban. Después Ferraz, para mí muy especial pues me esperaban dos de mis mejores amigas. Bajamos por el parque del Oeste para enlazar con la larga y dura avenida de Valladolid. Al final,  la maravillosa casa de campo, aunque en el maratón se hace dura. Menos ambiente aunque las pocas personas que había animaban bastante. La zona de lago muy animada, el público te ayuda a subir la cuesta… ya se acerca el km 30 y las fuerzas van agotándose. Y sigo corriendo, aunque mi ritmo va bajando. Creo que empiezo a estar deshidratada. No soy consciente del calor que estoy pasando, pero de repente me empiezan a echar agua por encima y veo que me animo más. Y siguen las cuestas arriba… pasamos la zona de Acacias, llegamos a Embajadores y al fondo Atocha. Allí una explosión de alegría… todo el mundo animando. La carrera se dirige por un pasillo por el paseo del Prado donde sientes de cerca al público. Unos son espectadores, otros corredores que han acabado la media maratón y que no dejan de animar. Y sigo corriendo como puedo. Ya queda menos… se me va mucho el tiempo, pero ya mirar el reloj no tiene sentido. Sólo pienso en la entrada del Retiro. Y sigo poco a poco hasta Colón, para coger la calle Goya… y esa maldita cuesta de no sé qué calle que pilla a muchos corredores desprevenidos. Paso el km 40, ya queda poco. Sigo como puedo… y avanzo por Príncipe de Vergara pensando en esa entrada en meta. Cuando veo el cartel del km 41 mis piernas aceleran. Sí, al contrario que la mayoría, corro ese último km más rápido que ningún km de toda la maratón. A la entrada del Retiro me entregan una pancarta… con la que quería entrar en meta. Y me emociono. Aún recuerdo esos últimos metros del paseo de coches del Retiro corriendo bajo la pancarta, con amigos y conocidos gritando mi nombre a ambos lados, con la mención de los speakers a mi pancarta y al club Suanzes.  ¡Lo he conseguido!  Acabé mi maratón dedicado a Noa, mi pequeña sobrina de casi 6 meses que padece una cardiopatía congénita. 

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