La crónica del Gran Trail del Peñalara 2018 (web oficial; ver también esta noticia). Por nuestro compañero Víctor Sáez:

El viernes 29 de junio, a las 23:30 de la noche, daban la salida al Gran Trail del Peñalara. Es la carrera reina de ultratrail en la zona centro. Una carrera que rodea el Guadarrama y encima hace cumbre en el Peñalara después de haber pasado por el risco Claveles. Son 116 km de recorrido y +5100 m de desnivel acumulado pasando por todos los entornos posibles de nuestra sierra: pistas, senderos, pedregales, rocas, crestas, bosques. ¡¡¡Qué más se puede pedir!!!

1-Perfil de la carrera

Le tenía ganas a esta carrera. Desde hacía tiempo la miraba con recelo, dudando si ella podría conmigo o viceversa. Finalmente, cerré los ojos, me apunté al sorteo y ¡¡eureka!! Conseguí el dorsal.

El viernes llegamos al pueblo de Navacerrada como niños. Nerviosos, tensos, haciendo bromas, esperando la batalla. Cené el túper con pasta que me llevaba preparado y ¡¡al lío!! Saludando a muchos conocidos, bromeando, fotos, pasamos al cajón de salida y a esperar esos últimos minutos. ¿Cómo pasaría esa noche de carrera? Para mí era una incógnita. Era la carrera más dura a la que me enfrentaba. Cuando dieron la salida, salimos todos disparados. Así continuó por la pista hacia la Barranca. Me dejé llevar, pero ya me estaba preocupando el ritmo tan alto que teníamos para una prueba de este tipo.

2-Grupo de corredores antes de la salida

Enganchamos la subida hacia la Maliciosa, una luz de luna preciosa, alumbrando con nuestros frontales, a un ritmo sostenido, hicimos cumbre en la hora prevista. La bajada es muy técnica y de noche la realicé con bastante cuidado para evitar torceduras y accidentes tontos. El camino continuó hacia Cantocochino en la Pedriza por un sendero maravilloso, iluminado por el frontal y rodeado de altos troncos de árboles ¡¡como una especie de túnel!! La imagen era impresionante.

A partir de Cantocochino ya comenzamos la subida al collado, todos nos íbamos tranquilizando y ya no había tantos nervios. Me di cuenta de que mi frontal cada vez alumbraba peor y tenía que ir con mucho cuidado por la falta de luz. Paré y lo cambié por el que llevaba de repuesto, acordándome de los frontales chinos…

3-Camino iluminado

La subida a la Morcuera empezaba a ser dura. Se sucedían pistas y caminos, y siempre cuesta arriba, no terminaba nunca. Encima ya serían las 6:30 de la mañana y había niebla y un frío que se metía en los huesos. Cuando ya casi alcanzamos el puerto, me encontré a una buena amiga que además de darme un gran abrazo me ofreció una taza de café caliente. ¡¡Qué café más rico!! Bajé al avituallamiento, comí y bebí algo. Y otra vez en marcha dirección Rascafría, esta vez con el bueno de Jesús Fernández Navas, antiguo atleta del club, curtido en mil ultras de montaña. Bajamos regulando mucho, es un punto clave porque, siendo cuesta abajo, no te puedes lanzar porque luego lo pagas. Además, yo tenía el estómago con bastantes molestias, no funcionaba bien.

Rascafría era el ecuador de la prueba, pero todos sabemos que la segunda parte siempre es más dura. Continuamos hacia el puerto del Reventón, primero un camino precioso y luego una pista dura con pendiente sostenida. La había entrenado previamente pero no tenía nada que ver cuando llevas 60 km en las piernas. Llegamos al collado y continuamos por la cresta, a un ritmo tranquilo. Se hizo largo hasta que divisamos Claveles y Peñalara a lo lejos, ¡¡eso te da vidilla!!  Reanudamos la dura subida acercándonos a Claveles. Es el punto donde más espectadores acuden a saludar y a animar. ¡¡Y sorpresa!! Allí estaban con los brazos abiertos Alberto Gonzalo y Fernando Picazo. No se pueden imaginar la alegría que me dieron con su presencia y abrazo. Cruzamos Claveles, llegamos a Peñalara y vuelta. En ese tramo saludamos a muchos conocidos y corredores de TP60 que también cruzaban por allí. También vimos a Bassit, otro antiguo atleta del club.  Abrazos, ánimos, consejos, palabras de apoyo. Todo vale y todo es bienvenido.

4-Alberto Gonzalo, Víctor Sáez, Jesús Fdez. Navas, Fernando Picazo

Ahora nos tocaba empezar la bajada a La Granja. El gran problema de ese tramo era el espacio entre los dos avituallamientos desde el Reventón. Jesús pagó esa distancia y comenzó a sufrir un pajarón que se le complicó con problemas estomacales. Tuvimos que bajar más tranquilos. Yo sentía que también me faltaba alimento, pero los geles y barritas me daban asco solo de pensar en ellos. Pudimos llegar a La Granja y disfrutar de ese avituallamiento. Cómo ayudaban, que alegría tenían los voluntarios, tenías hasta que pararles, que no querías nada más. Para mí este es el punto clave de la carrera. Si llegas mal, a partir de aquí es un infierno. Te faltan todavía 31 km de subidas.

Llenamos el estómago y reanudamos la ruta siguiendo el Eresma en dirección Sur. La primera parte se hizo muy pesada y lenta. Estábamos ya hartos cuando llegamos a la parte llamada Arrastradero. Es una pista corta de 2 km, pero con unas pendientes de 32°. Cuando se hizo cima, aquello parecía un pequeño hospital, la gente estaba ya muy castigada y los cuerpos se resienten. Menos mal que un grupo de voluntarios y un ATS nos recibían arriba con ánimos y ayudando a los que tenían que descansar.

Ahora nos tocaba el Camino Schmidt. Un camino muy transitado en fines de semana por familias. Nos cayó un poco de agua, pero nada importante. Conseguimos llegar al Puerto de Navacerrada. Allí había otro avituallamiento, pero sentíamos que la meta ya estaba cerca. Solo pasamos el control y ni paramos a repostar.

Comenzamos la última subida hacia el Emburriadero y en 2 kilómetros ¡¡se acabó!! No había más subidas ni cuestas. Nos habíamos metido entre pecho y espalda 5.100 metros de desnivel. Comenzamos la bajada por el camino de tuberías hacia la Barranca, pero eso ya era alegría. Con cuidado, porque es un poco técnica y teníamos las piernas de mantequilla. Enganchamos la pista de la Barranca hacia Navacerrada con unos ánimos y energías que no sé de dónde salieron.

Lo más maravilloso de estas carreras es la llegada a meta. Las sensaciones, sufrimientos, alegrías, todo se te agarra a la garganta con emoción. Llegamos al pueblo de Navacerrada, 22 horas y 22 minutos después de la salida. Jesús y yo entramos juntos dándonos un gran abrazo. Lo compartimos y lo conseguimos. Otro reto conseguido. Ahora a pensar en la siguiente…

5-Posando con la medalla a la llegada 6-Dorsal, medalla y 'buff' conmemorativo