Crónica de Irene

"Siguiendo el globo de Bob Esponja"

Mañana gris, amenazando lluvia, y con un reto por delante duro, exigente, de primeras poco apetecible... Pero ni la lluvia ni la dureza de la prueba evitarán que nos enfrentemos al XX Trofeo de Fondo organizado por nuestro Club.

En plena preparación del maratón y después de las series de 1000 m del jueves, llegamos optimistas, confiando en poder restar aunque sea unos segunditos a la marca del año anterior.

Al llegar están compitiendo las chicas del 5000, cinco participantes en total... Y se aproxima nuestra prueba, el 10.000 femenino, y no observamos otros colores distintos a los nuestros.

Somos 8 en total, de las cuales 7 vestimos de negro y rojo.

Nos vamos colocando según el juez nos va llamando, vamos tomando posiciones y tras el pistoletazo de salida apretamos el botón de nuestro reloj y comenzamos la prueba.

Alba y Kathy se ponen en cabeza de carrera, seguidas de una compañera de otro club, y después Sylvia, Irene, Miguela, Yolanda y Selva.

Tenemos por delante 25 vueltas. Al tran tran, tratando de mantener el ritmo y de no desfondarnos, va transcurriendo la prueba.

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Quedando exactamente la mitad, 12 vueltas, me separo de Sylvia, quien hasta ese momento iba marcando un ritmo muy bueno y constante. Trato de cogerla de nuevo pero ya no soy capaz, y en ese momento aparece Miguela, que me adelanta y se coloca delante de mí. Soy consciente de que lo ha hecho para ayudarme, y así se lo transmito, tengo fuerza para darle las gracias y hacerle ver esa complicidad que las componentes del equipo femenino tenemos, y que es lo que más nos gusta y nos mueve a vernos cada martes, jueves y domingo.

A falta de 7 vueltas, y a pesar de que el ritmo es más bajo de lo que esperaba y deseaba, empiezo a sentir un dolor que identifico como el temido flato. Trato de mantener la calma, pero el dolor se va intensificando, me modifica la respiración, y consecuentemente el ritmo, distanciándome ahora de Miguela. No quiero parar, me niego, pero me duele y por momentos tengo ganas de llorar. Tanto Isidro como los compañeros ven cómo mi ritmo disminuye y mi expresión facial muestra ese dolor, además de llevarme la mano a las costillas. Me animan, me dan consejos para que se me pase, y me armo de paciencia confiando en que se me pasará. Y así es, poco a poco siento que el dolor va remitiendo, y a tres vueltas de la meta empiezo a sentirme mejor, tratando de recuperar ritmo.

Afronto la última vuelta con toda mi energía, a 4:30, y escuchando los gritos de mis compañeros que me animan y felicitan porque ya termina la prueba.

Nos abrazamos, esperamos al resto de compañeras y las animamos según van llegando, y nos hacemos las fotos de postureo correspondientes.

Campeonato de Madrid y Kathy ha quedado la primera, Alba la segunda y Sylvia la tercera. ¡Qué campeonas, qué bien lo han hecho, qué orgullosa estoy de mis chicas, de mis compañeras, de formar parte del Club de Atletismo Suanzes de San Blas!

No he conseguido restar esos segundos frente al año pasado, todo lo contrario, pero tampoco iba en mi mejor momento. 19 de marzo, día del padre, y el mío me ha apoyado y ayudado a terminar. Allá donde esté, sentado en una grada, y con un globo de Bob Esponja lleno de pegatinas de corazones... gracias papá, te mereces este homenaje, te quiero con locura (hasta el infinito y volver), y te pido que me sigas dando fuerza y ayudando a disfrutar de la vida y seguir luchando por mis objetivos, siendo el más importante SER FELIZ.

Crónica de Pablo

"¿Quién le teme al farolillo rojo?"

Esta es mi séptima temporada federado; al principio de cada una, siempre me ha gustado participar, salvo lesión, en la milla que organiza nuestro club a finales de septiembre; y empezar el período de cross con el corto que también organizamos la primera semana de noviembre. Y desde ahí, encadenar mi circuito personal de crosses imprescindibles (tras el de Suanzes: la Constitución si es posible, y luego Parla, Collado Villalba, Leganés). No me importa saber que, en todos los casos, llegaré a meta de los últimos: ni en nuestra milla, ni en nuestro cross, ni en los crosses sucesivos: éstos son un entrenamiento excepcional cuando los corres lo mejor posible, sea cual sea tu estado de forma. Muchas veces he oído a compañeros del club decir que no van a participar porque les da reparos no quedar en muy buena posición. Me resulta aún más incomprensible (por no decir inadmisible) cuando se trata de un evento organizado por el club, y más aún si participo yo, que de todas formas voy a quedar detrás.

En cuanto a nuestro trofeo de fondo, ésta es sólo la tercera vez en que participo. Es verdad que puede no encajarte si estás preparando, por ejemplo, algún maratón de primavera (aunque mi mejor diez mil lo hice en este campeonato: en 2010, el año de mis mejores tiempos en maratón). Esta vez he llegado aquí casi en pretemporada, tras una lesión al comienzo de verano pasado, tras la gripe en octubre cuando retomaba los entrenamientos, y después de que circunstancias personales en noviembre y diciembre me hicieran perderme casi todo mi circuito de cross. Participé en el de Suanzes, y a mediados de enero lo retomé en el de Leganés sabiéndome en bastante baja forma y sabiendo que iba a realizar unos cronos aún peores que de costumbre: pero lo corrí por coherencia con mis principios y lo finalicé sufriendo mucho, y por ello más contento.

El diez mil en Moratalaz, este sábado 19 de marzo, también lo corrí corto de preparación. Sabiendo que iba a quedar lejos de mis 47:59.1 de Coslada en marzo de 2010 y mis 49:53.3 de Fuenlabrada en marzo de 2012 (mis otras dos participaciones en el Trofeo Suanzes de fondo en pista). Pero en cuanto a puestos, sabiendo desde luego que igualaría el que había conseguido en ambas ocasiones, el de farolillo rojo. Lo que sobre todo me deja perplejo es cómo no hay más participación de atletas de Suanzes en una prueba que organiza su propio club (y más en una prueba en memoria de alguien que fue en su momento un atleta emblemático del mismo). Me estoy refiriendo a ese ridículo 10% de participación masculina con respecto al número total de atletas posibles de nuestro club que teóricamente podían participar en el 800 o en el 10.000 (mientras que la proporción de las chicas participantes sobrepasó el 30% —¡qué envidia, compañeras!—). Aparte de los que estaban en el campeonato de España de veteranos, o de los muchos que sin duda tenían buenas excusas para no venir, ¿qué razones tenía el resto (digamos, los otros veintitantos atletas que nos hubieran hecho falta para llegar al mismo 30% de las chicas) para no inscribirse? (¿o, al menos, para no pasarse a animar un rato como hicieron algunos de nuestros compañeros? —Manu, Jesús: ¡gracias!—). Chicos, si es por miedo a quedar el último, no os preocupéis: si yo participo, ese puesto os está vedado. Si es porque en el club no se fomenta el espíritu de equipo, tomad ejemplo de las chicas: dicho espíritu no se fomenta desde arriba: se construye desde abajo.

El diez mil en pista es, psicológicamente, bastante duro: sobre todo si, como es mi caso, eres consciente desde el principio de que lo vas a correr solo. Lo que está claro es que si sabes que vas a acabar el último, en un tiempo de entre 52 y 55 minutos (que es a lo mejor que podía aspirar según mis entrenamientos previos), entonces tienes que evitar dejarte llevar por el ímpetu de la salida en las primeras vueltas (yo hice la primera en 1:48, que es el ritmo para 45:00 en 10.000, muy por encima de mis posibilidades; al menos tuve la lucidez de reducir drásticamente la velocidad al darme cuenta; al final acabé en unos honrosos, dadas las circunstancias, 54:52.9). Y tienes que evitar desmoralizarte demasiado al principio cuando aún faltan más de 20 vueltas y te queda una infinidad de zancadas por delante. Y no dejarte desmoralizar tampoco por todos los demás corredores que te van doblando una y otra vez sobre la pista: en mi serie, el que quedó primero llegó en un crono de 36:09.6, y el que llegó en 13ª posición, una por delante de la mía, en 43:47.6: de lo que, por un sencillo cálculo, se deduce que aquél me dobló ocho veces y este último, cinco. (Y que si mi yo de 2010 hubiera estado también corriendo, me habría doblado él también en tres ocasiones). Y que cinco es también el número de vueltas que hice completamente solo al finalizar, lo que también puede resultar muy duro (como fue el caso).

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De cualquier manera, al principio, en medio o al final, es necesario centrarse en el ritmo; y en algunos pensamientos recurrentes que te ayudan a controlarlo, y a sacar fuerzas de flaqueza en los momentos más difíciles; y es necesario convencerse de que el número de vueltas restantes es siempre una cuenta atrás que avanza muy deprisa. También ayuda a no tirar la toalla el tomar algunas decisiones triviales que sin embargo, durante la carrera, te parecen cruciales: cuándo deshacerte de la gorra una vez que te queda claro que el sol ha salido para quedarse y que ya no lloverá de nuevo; o si debes quitarte los guantes, unas vueltas más tarde, cuando te están dando demasiado calor y molestándote demasiado, y adónde arrojarlos.

No creo que la experiencia de carrera de los que van a 3 y medio o a 4 minutos por kilómetro sea muy diferente de la mía, aparte de que ellos tuvieran este sábado a una referencia móvil que se desplazaba por la pista a 5 y medio y pudiera ser quizá un aliciente el decirse de vez en cuando: hale, voy a ver si le alcanzo una vez más…

El caso es que, en una de ésas, encaras la última recta, aceleras con las últimas fuerzas que te quedan y, al rebasar la línea de meta, te das cuenta de que ha merecido la pena haber corrido un 10.000 de la mejor manera que te fue posible; de que la dureza de la prueba, independientemente del crono que hayas sido capaz de conseguir, es, cuando menos, un entrenamiento inigualable. Y de que, encima, consigues ser el 30º de Madrid, no sólo por delante de los 4 que abandonaron alguna de las dos series del campeonato, sino, sobre todo, por delante de las decenas que, con sus mejores o peores excusas, o sus miedos a quedar el último, no se presentaron en la línea de salida.