CRÓNICA DEL MARATÓN DE VALENCIA - Miguel Del Pozo
El pasado domingo participé en el maratón
de Valencia. A pesar de llevar muchos años corriendo, desde la escuela
con Pueyo, fue mi debut en la distancia. La preparación fue muy buena,
gracias al estupendo plan de entrenamiento de Isidro, y a mi amigo y
compañero de club Arturo Mancebo que estaba haciendo el mismo plan pero
con dos semanas de antelación, al estar preparando Nueva York, donde
literalmente se salió. Los consejos de ambos fueron fundamentales para
sobrellevar entrenamientos de más de 100 kilómetros a la semana, e
incluso en algunos casos disfrutarlos.
Llegaba a Valencia bien preparado, pero a la vez con dudas, por una
distensión en el femoral que arrastraba desde hacía diez días. En el
calentamiento noté un pinchazo que me asustó, y decidí que iba a cambiar
mi forma de correr, acortando la zancada, para protegerlo. No tenía nada
claro poder completar el maratón, pero ya que había llegado hasta allí,
tenía que intentarlo. Además, en un circuito muy rápido y un día
estupendo (pronosticaban lluvia, pero finalmente hizo entre 12 y 15º, y
sin casi viento), no podía desaprovechar esa oportunidad.
Salí bastante controlado, marcando los kilómetros a 3:50-3:55. A pesar
de haber salido bien colocado, veía a bastante gente delante de mí. No
sabía diferenciar a los "kamikaces" de las "gacelas", pero ésa no era mi
guerra, lo mío era acabar, y a ser posible, intentar hacerlo entre 2:45
y 2:48. A pesar del miedo a romperme, iba corriendo realmente cómodo,
disfrutando del ambiente, viendo a los africanos de cabeza cuando el
circuito giraba 180º, y echando cuentas sobre los ritmos.
El 5000 lo pasé en 19:20, el ritmo adecuado. El 10000 en 38:40. Encontré
un grupillo que tenía buena pinta, me enganché, y con ellos llegué hasta
más o menos el kilómetro 15, donde me di cuenta de que me encontraba
realmente bien, y aceleré un poco, empezando a marcar los kilómetros a
3:45. Iba adelantando a muchos corredores, y realmente mi sensación era
de mucha comodidad, casi parecía un entrenamiento, acostumbrado a las
carreras cortas, en las que vas "a cuchillo" desde el principio. Pero
bueno, nunca me olvidaba de que soy un novato, que todos los expertos me
decían que el maratón empieza de verdad en el kilómetro 30, y no me
quería "calentar", y menos pensando que iba con el femoral tocado.
Pasé el medio maratón en 1:20:50. Sonreía, pensando "bueno, ya está la
mitad del trabajo hecho" (pensamiento de novato, claro), y seguía a mi
ritmo de 3:50, como un reloj. Lo bueno de correr en llano es que las
cuentas son muy fáciles, no como en Madrid, que con las cuestas sabes
que el ritmo se te va arriba y abajo constantemente. Así seguí hasta más
allá del kilómetro 30, que lo pasé en 1:55:00. Me sentía tan bien que
empezaba a soñar con hacer 2:42 o 2:43, porque apenas notaba el
cansancio, y pensaba que tenía aún algún cambio en la recámara.
En el kilómetro 32 aún sigo pensando que iba a ser capaz de esquivar "el
muro", pero poco después apareció, en una de las zonas más despobladas
de gente y edificios de todo el recorrido. Seguía yendo muy bien de
fuerzas, pero empezaba a notar las consecuencias de sobreproteger el
femoral: pinchazo constante en un metatarso, dolores en las caderas, y
pasé de pensar que quedaban "diez kilometrillos" a angustiarme con
"cuarenta minutazos" con esos dolores.
Bajé un poco el ritmo. Pero tampoco mucho, iba pasando los parciales en
4:00 (mi cabeza no estaba para muchas cuentas, pero afortunadamente
éstas eran sencillas), y no notaba que el grupo que tenía delante se me
fuese. Al contrario, iba viendo caer a gente como moscas: varios con
tirones, otros completamente hundidos... y realmente pensaba que yo
tenía muchas papeletas en ser el siguiente en caer. Pero no, seguía
aguantando. Del 2:43 ya me había olvidado, pero me animaba pensar que
seguía con margen de hacer una marca más que decente.
Entramos
en una zona con mucha más animación. Era como en Madrid cuando sales de
la Casa de Campo. La "civilización" te anima, sin querer, a distraer la
mente y a ir un poco más rápido. Otro buen amigo y compañero de club,
Jorge Tavera (que estaba en Valencia trabajando en la feria del
corredor) apareció en el mejor momento para aconsejarme, tranquilizarme,
y seguir poniendo un pie delante del otro. No sé cuántas veces debí de
repetir "voy cojo, voy totalmente cojo, tío" porque no recuerdo mucho de
ese tramo.
Aunque algún kilómetro se me fue a 4:10, seguía teniendo un buen
colchón. En el kilómetro 40 iba muy tieso, pero cuando ves la zona de
meta al fondo, todo es mucho más fácil. Por distraer la mente y
animarme, iba echando cuentas. Por el GPS me salía 2:44, y por los
carteles me salía 2:45. Pero lo que cuenta es esto último, así que
tocaba apretar los dientes para intentar rebajar la mejor de las
previsiones. El ambiente de público era espectacular, las avenidas se
estrechaban como si fuesen las cuestas de Vallecas de la San Silvestre.
La pequeña bajada empedrada al Oceanografic se me hace durísima, casi
peor que una subida, porque era incapaz de alargar la zancada. Una vez
abajo, tocaba apretar los dientes y darlo todo, olvidándome de molestias
y cansancio. Me gustaría haber disfrutado más de la preciosa recta de
meta, pero solo veía el cronómetro, ya entrado en el 2:44 y con aún el
"pico" de los 42 kilómetros por delante.
Finalmente, 2:44:50 (7 segundo menos el neto), intentar poner buena cara
para la foto de meta, y sensación de no poder dar ni un paso más al
cruzarla. Por mucho que te cuenten, por mucho que visualices, el maratón
es otro mundo. En todos los sentidos. Durante la carrera, y también
después. Seguro que el creador de "The Walking Dead" tuvo la idea de la
serie justo al cruzar la meta de un maratón y mirar a su alrededor. Eso
sí, destrozados físicamente... pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Disfruté mucho de la experiencia. Repetiré, seguramente, pero de momento
me vuelvo al "plácido" mundo de los rodajes cortos, las series de 1000,
y las carreras en las que más o menos puedes pronosticar cuándo vas a
llegar a la meta. Le tenía mucho respeto al maratón, pero después de
correrlo, y a pesar de que no ha sido cruel conmigo, le tengo aún más
respeto.
Adjunto foto del kilómetro 41, uno de los momentos más duros, pero que
afortunadamente tuve buena compañía, con Jorge Tavera, otro amigo
(también llamado Jorge) que nos animó unos metros, y un atleta del
Cárnicas Serrano al que conocía medio Valencia, porque le animaban con
mucho cariño.
Club de Atletismo Suanzes. © 2013